La celulitis infecciosa es una enfermedad infecciosa común de las capas profundas de la piel, que afecta principalmente los tejidos subcutáneos y el sistema linfático. Esta enfermedad generalmente es causada por la invasión bacteriana en lesiones cutáneas o en áreas con barreras naturales defectuosas. Los síntomas comunes incluyen enrojecimiento, hinchazón, calor y dolor; en casos graves, puede provocar infecciones sistémicas. El diagnóstico y tratamiento oportunos son cruciales para prevenir complicaciones.
La clave de la celulitis infecciosa radica en la interacción entre la infección bacteriana y el estado inmunológico del huésped. Las bacterias más frecuentes son el Staphylococcus aureus y el Streptococcus del grupo A. Los pacientes pueden tener mayor riesgo de infección debido a traumatismos, heridas quirúrgicas o enfermedades cutáneas crónicas. La medicina moderna ha desarrollado varias opciones de tratamiento, incluyendo antibióticos y intervenciones quirúrgicas, pero las medidas preventivas siguen siendo fundamentales para controlar la enfermedad.
El núcleo de la patología de la celulitis infecciosa es la invasión bacteriana en las estructuras profundas de la piel. Cuando la barrera cutánea se daña por cortes, raspaduras o picaduras de insectos, las bacterias pueden aprovechar la oportunidad para ingresar. El Staphylococcus aureus y el Streptococcus del grupo A son los principales patógenos, y las toxinas que liberan causan edema y respuesta inflamatoria en los tejidos. En casos especiales, infecciones por hongos o bacterias específicas también pueden causar síntomas similares, aunque son menos frecuentes.
La inmunosupresión aumenta significativamente el riesgo de infección. Los pacientes con diabetes, debido a la mala circulación periférica y daño nervioso, tienen un riesgo de infección en los pies hasta tres veces mayor que las personas sanas. Los pacientes en tratamiento con corticosteroides o inmunosupresores tras trasplantes también experimentan una progresión más rápida de la enfermedad. Las enfermedades cutáneas crónicas como eccema o rosácea pueden dañar la barrera cutánea, facilitando la entrada de bacterias.
Los síntomas iniciales generalmente aparecen cerca de la lesión, incluyendo enrojecimiento, hinchazón y aumento de la temperatura local. La piel en la zona infectada puede presentar un patrón de piel de naranja, y al tacto, puede sentirse un bulto duro. La intensidad del dolor varía según la profundidad de la infección; algunos pacientes experimentan dolor pulsátil o sensibilidad. Cuando la infección afecta los vasos linfáticos, puede acompañarse de linfadenopatía y fiebre.
Los casos graves pueden presentar síntomas sistémicos como fiebre, escalofríos y palpitaciones. Aproximadamente el 15% de los pacientes desarrollan abscesos o necrosis tisular. Si la infección se disemina a la sangre, puede causar septicemia, con riesgos de caída de presión y fallo orgánico, poniendo en peligro la vida. Los niños pueden presentar síntomas más discretos debido a su sistema inmunológico inmaduro.
El médico realiza un examen detallado de la piel, observando el alcance del enrojecimiento y los cambios de temperatura. La palpación puede revelar endurecimiento del tejido y puntos dolorosos. Si se sospecha una infección profunda, se pueden solicitar ecografías o tomografías computarizadas. Los análisis de sangre miden la cantidad de leucocitos, y niveles elevados de proteína C reactiva suelen indicar inflamación.
El diagnóstico diferencial requiere descartar otras infecciones cutáneas como la celulitis y la erisipela, que generalmente tienen límites de enrojecimiento más definidos. Si los síntomas son atípicos, puede ser necesario realizar biopsias. En pacientes con sospecha de septicemia, se deben realizar cultivos sanguíneos de inmediato para identificar el patógeno.
Los cultivos de sangre pueden confirmar el tipo de bacteria, aunque los resultados suelen tardar 48 horas. La elevación de la proteína C reactiva (PCR) y la velocidad de sedimentación globular (VSG) ayudan a evaluar la gravedad de la infección. La ecografía puede detectar acumulaciones de líquido profundo o abscesos, y la tomografía computarizada tiene mayor precisión para evaluar la afectación ósea.
El tratamiento de primera línea generalmente incluye antibióticos orales, como penicilinas o cefalosporinas. En casos sospechosos de resistencia a los antibióticos (como MRSA), se puede usar vancomicina o daptomicina. La duración del tratamiento suele ser de 10 a 14 días, y es importante completar el ciclo completo para evitar recaídas.
Los casos severos requieren hospitalización para administrar antibióticos intravenosos, junto con manejo del dolor y balance de líquidos y electrolitos. Grupos especiales, como pacientes diabéticos, pueden necesitar un ciclo más prolongado y seguimiento regular del control glucémico. Durante el tratamiento, no se debe suspender la medicación por cuenta propia, incluso si los síntomas mejoran, hasta completar el ciclo completo.
El cuidado local incluye limpieza y desbridamiento de las heridas, usando apósitos estériles para prevenir infecciones secundarias. Elevar la extremidad afectada ayuda a reducir la hinchazón, y la aplicación de hielo puede aliviar el dolor agudo. En casos de edema severo, puede ser necesario usar prendas de compresión o vendajes elásticos para reducir la inflamación.
El cuidado de la piel es fundamental para prevenir infecciones. Revisar diariamente las áreas lesionadas, aplicar ungüentos antibacterianos en heridas menores. Los pacientes diabéticos deben prestar especial atención al cuidado de los pies, recortando las uñas y evitando caminar descalzos.
Los pacientes con cáncer en quimioterapia deben usar guantes protectores para reducir el contacto con productos químicos. Los pacientes con linfedema deben seguir un plan de tratamiento con presión y evitar lesiones en las extremidades. Los inmunodeprimidos, antes de realizar procedimientos invasivos, pueden usar antibióticos preventivos.
Debe acudir al médico inmediatamente si aparece enrojecimiento inexplicado que se extiende, fiebre superior a 38.5°C que dura más de 24 horas, o dolor que afecta las actividades diarias. También en las siguientes situaciones:
Los pacientes con diabetes o inmunodeficiencia deben consultar incluso con síntomas leves. La demora en el tratamiento puede conducir a complicaciones graves como osteomielitis, septicemia o amputación, aumentando el riesgo de fallo de órganos.
Si la infección empeora, el paciente puede presentar fiebre persistente, extensión rápida del enrojecimiento, aumento del dolor, y en algunos casos escalofríos o confusión. Ante estos síntomas, se debe acudir inmediatamente al médico, ya que puede haber riesgo de septicemia o necrosis profunda.
¿Qué enfermedades crónicas aumentan el riesgo de celulitis bacteriana?Pacientes con diabetes, daño linfático (como tras cirugías o radioterapia), enfermedades vasculares periféricas o inmunodeficiencia (como VIH o uso prolongado de corticosteroides) tienen mayor riesgo debido a la baja capacidad de reparación de la piel. Es importante cuidar las heridas cutáneas cuidadosamente.
¿Es seguro usar ungüentos naturales o remedios herbales para tratar la celulitis?No se recomienda usar ungüentos naturales o remedios herbales solos, ya que la celulitis bacteriana requiere antibióticos para eliminar eficazmente los patógenos. El uso incorrecto de remedios no comprobados puede retrasar el tratamiento y permitir la propagación de la infección. Se debe seguir siempre la prescripción médica.
¿Qué complicaciones graves pueden surgir si no se trata a tiempo la celulitis bacteriana?En casos severos, puede conducir a septicemia, necrosis profunda, osteomielitis, e incluso poner en riesgo la vida. La diseminación a la sangre o huesos complica el tratamiento y aumenta los riesgos. Por ello, el diagnóstico precoz es fundamental.
¿Cómo pueden los pacientes que han tenido celulitis prevenir recurrencias?Los pacientes con antecedentes deben fortalecer el cuidado de la piel, evitar traumatismos o cortes, y controlar regularmente enfermedades crónicas como la diabetes. Ante cualquier lesión cutánea, limpiar y aplicar ungüentos antibacterianos, observar signos de enrojecimiento, y acudir al médico si es necesario.