Diagnóstico de la Anorexia Nerviosa

El diagnóstico de la anorexia nerviosa requiere integrar múltiples evaluaciones para distinguir con precisión las características de la enfermedad de otros problemas fisiológicos o psicológicos. El proceso diagnóstico generalmente incluye una evaluación clínica detallada, exámenes médicos y herramientas de evaluación psicológica estandarizadas, y debe cumplir con los estrictos criterios de estándares internacionales como el DSM-5. La detección temprana es crucial para mejorar el pronóstico del paciente, por lo que el equipo médico realiza pasos sistemáticos para descartar otras causas potenciales.

La clave del proceso diagnóstico radica en identificar si el paciente cumple con los síntomas centrales, incluyendo un miedo intenso a engordar, indicadores de peso bajo y distorsión de la imagen corporal. Los profesionales de la salud combinan indicadores fisiológicos, estado psicológico y patrones de comportamiento, y utilizan cuestionarios y análisis de laboratorio para descartar otras enfermedades. Este enfoque integral ayuda a diseñar un plan de tratamiento personalizado y a evitar diagnósticos erróneos.

Evaluación clínica

Recopilación de historia clínica y evaluación de síntomas

La etapa inicial del diagnóstico consiste en recopilar el historial completo del paciente, incluyendo la trayectoria de cambios de peso, hábitos alimenticios, patrones de ejercicio y cambios en el estado psicológico. Los profesionales preguntan detalladamente sobre la percepción de la imagen corporal, el nivel de ansiedad por aumentar de peso y la presencia de episodios de atracón o vómitos provocados. Esta información ayuda a evaluar si el paciente cumple con los criterios centrales de «fobia patológica a engordar» y un índice de masa corporal (IMC) bajo.

En la evaluación de síntomas, el médico observa signos de malnutrición, como piel seca, pérdida de cabello o hipotermia. La evaluación psicológica incluye la fluctuación emocional, aislamiento social y comportamientos autolesivos. Estos resultados se cruzan con los hallazgos de exámenes objetivos para confirmar la precisión del diagnóstico.

Examen físico y parámetros fisiológicos

El examen físico se centra en evaluar el estado nutricional, incluyendo elasticidad de la piel, grado de atrofia muscular y fragilidad de las uñas. El médico mide la presión arterial, pulso y temperatura corporal; hipotensión o arritmias pueden reflejar desórdenes metabólicos. El cálculo del IMC es un indicador clave, siendo un IMC menor a 18.5 en mujeres adultas generalmente un criterio diagnóstico, aunque en niños y adolescentes debe ajustarse según las curvas de crecimiento por edad y sexo.

Exámenes médicos y procedimientos

Pruebas de laboratorio

Los análisis de sangre evalúan el estado de deficiencia nutricional, incluyendo hemoglobina, equilibrio electrolítico, funciones hepáticas y hormonas tiroideas. Niveles bajos de sodio o potasio pueden indicar deshidratación o problemas de absorción de nutrientes, y las pruebas de función tiroidea ayudan a descartar anomalías en el eje hipotálamo-hipófiso-tiroideo.

Para evaluar la función cardíaca, el electrocardiograma (ECG) detecta prolongación del intervalo QT y arritmias potencialmente peligrosas, que pueden ser inducidas por desequilibrios electrolíticos. La densitometría ósea (DXA) se usa para evaluar el riesgo de osteoporosis, ya que los pacientes con malnutrición prolongada suelen presentar pérdida de calcio óseo.

Imágenes y pruebas especiales

Las radiografías o ultrasonidos del aparato digestivo se usan ocasionalmente para descartar problemas estructurales, aunque principalmente evalúan disfunciones gastrointestinales. La neuroimagen se realiza en casos raros, como cuando se sospecha de lesiones cerebrales estructurales que causan trastornos de la alimentación. Aunque son procedimientos no rutinarios, pueden proporcionar pistas clave en síntomas atípicos.

Herramientas de detección y evaluación

Cuestionarios estandarizados

Herramientas de detección simples como el cuestionario SCOFF se utilizan ampliamente; cinco preguntas que abordan síntomas centrales como miedo a engordar, distorsión de la percepción del peso y la figura. El cuestionario EAT-26 (Escala de evaluación de trastornos alimentarios) proporciona una evaluación más detallada de la gravedad de los síntomas, y puntuaciones altas requieren un diagnóstico más profundo.

La entrevista diagnóstica de trastornos alimentarios (EDDI) es una herramienta estructurada que explora sistemáticamente los comportamientos alimenticios, la percepción corporal y el estado nutricional del paciente. Aunque estas herramientas no constituyen diagnóstico por sí mismas, ayudan a identificar casos de alto riesgo y guían las evaluaciones profesionales posteriores.

Herramientas de evaluación psicológica

La entrevista clínica estructurada es un procedimiento central, en la que el médico usa el módulo de trastornos alimentarios del SCID-E (Entrevista de diagnóstico de trastornos mentales). La evaluación psicológica también incluye la valoración de comorbilidades como depresión, ansiedad o pensamientos obsesivos, que pueden influir en la estrategia de tratamiento.

Diagnóstico diferencial

Enfermedades fisiológicas

Se deben descartar condiciones como hiperfunción tiroidea, diabetes o enfermedades del aparato digestivo, que pueden causar síntomas similares como pérdida rápida de peso o apetito alterado. Por ejemplo, en pacientes con hiperactividad tiroidea, aunque hay pérdida de peso, suele acompañarse de palpitaciones y temblores, diferenciándose de la restricción voluntaria en la anorexia nerviosa.

Otras condiciones a excluir incluyen enfermedades crónicas del aparato digestivo o cáncer, que pueden causar alteraciones en la absorción de nutrientes. Los análisis bioquímicos y resultados de imágenes ayudan a distinguir causas orgánicas de trastornos conductuales psicológicos.

Otros trastornos alimentarios

Es necesario diferenciarla de la bulimia o el trastorno por atracón con purga, en los que los pacientes pueden tener IMC normal o sobrepeso, pero presentan episodios recurrentes de atracón y conductas compensatorias. La clave en el diagnóstico es determinar si la restricción alimentaria se debe a un miedo patológico a engordar, y no solo a preferencias dietéticas.

Anorexia Nervosa