Diagnóstico de la enfermedad del hígado graso

El diagnóstico de la enfermedad del hígado graso requiere integrar múltiples informaciones clínicas y técnicas de examen para distinguir entre la esteatosis hepática simple y el riesgo de progresión a hepatitis o cirrosis. Los médicos suelen comenzar con una anamnesis para entender los hábitos alimenticios del paciente, el consumo de alcohol y antecedentes de enfermedades crónicas, combinándolo con estudios de imagen y índices de función hepática para establecer una orientación diagnóstica preliminar. En los últimos años, los avances en exámenes no invasivos han mejorado significativamente la precisión y seguridad del diagnóstico.

El proceso diagnóstico debe excluir otras enfermedades hepáticas y evaluar el grado de fibrosis hepática. La detección temprana del hígado graso puede retrasar la progresión mediante cambios en el estilo de vida, por lo que los chequeos periódicos son especialmente importantes en grupos de alto riesgo. La comunidad médica recomienda que las personas con síndrome metabólico, diabetes o obesidad se sometan a pruebas hepáticas cada dos años.

Evaluación clínica

La evaluación clínica es el punto de partida del diagnóstico, donde el médico recopila sistemáticamente los síntomas subjetivos y datos objetivos del paciente. Durante la anamnesis, se indaga detalladamente sobre la ingesta diaria de alcohol (más de 20 g/día en hombres y más de 10 g/día en mujeres se considera de alto riesgo), además de evaluar síntomas metabólicos como diabetes, hipercolesterolemia y obesidad. Si hay antecedentes familiares de enfermedades hepáticas o metabólicas, aumenta el riesgo de desarrollar hígado graso no alcohólico.

El examen físico puede revelar hepatomegalia o sensibilidad a la palpación, aunque estos signos no son específicos. El médico observará signos relacionados con cirrosis como ictericia, arañas vasculares, y medirá el índice de masa corporal (IMC); si supera 24, cumple con el estándar de obesidad en la población local, requiriendo mayor atención. Los análisis de laboratorio incluyen pruebas de función hepática, donde anomalías en γ-GT y ALT pueden indicar daño hepático, pero deben interpretarse junto con otras pruebas para descartar hepatitis viral u otras causas.

Exámenes médicos y procedimientos

Los estudios de imagen son herramientas clave para diagnosticar el hígado graso. La ecografía, por ser no invasiva y de bajo costo, se usa ampliamente y muestra típicamente un fenómeno de “hígado brillante”, donde el eco hepático es más fuerte que el renal. Sin embargo, la precisión en el diagnóstico de hígado graso por ecografía es de aproximadamente 70-80%, y puede verse afectada por la técnica del operador y la complexión del paciente.

  • La tomografía computarizada (TC) puede calcular la diferencia de densidad entre el hígado y el bazo; un cociente hígado/bazo menor a 1.0 sugiere esteatosis.
  • La espectroscopía por resonancia magnética (MRI-PDFF) permite cuantificar el contenido de grasa con un margen de error inferior al 5%, aunque su costo es mayor.
  • La biopsia hepática, considerado el estándar de oro, es invasiva y con riesgos, reservándose para pacientes con sospecha de hepatitis o fibrosis severa.

Las tecnologías más recientes, como la elastografía por impulsos de onda (FibroScan), permiten evaluar simultáneamente la fibrosis y el grado de grasa hepática, siendo una herramienta rápida y común en consultas. Los resultados deben interpretarse junto con datos clínicos, por ejemplo, un aumento en ALT junto con valores de elasticidad anormales puede indicar la progresión a esteatohepatitis no alcohólica (NASH).

Herramientas de cribado y evaluación

Las herramientas de evaluación no invasivas pueden clasificar eficazmente los grupos de riesgo. El FibroTest, que combina siete enzimas hepáticas y marcadores inflamatorios, calcula un puntaje de riesgo; valores superiores a 0.52 sugieren la necesidad de realizar estudios adicionales. La puntuación de fibrosis en NAFLD combina edad, recuento de plaquetas, relación AST/ALT, y otros, categorizando a los pacientes en riesgo alto, medio o bajo de fibrosis.

Entre las herramientas de imagen, el índice de grasa hepática (FLI) basado en ecografía es un método sencillo, que combina sexo, circunferencia de cintura, triglicéridos y ALT, con una precisión del 75%. Para casos altamente sospechosos, el médico puede recomendar la resonancia magnética con espectroscopía (MRI-PDFF), cuya medición de grasa tiene un margen de error inferior al 1.5%.

Diagnóstico diferencial

Es necesario distinguirlo de hepatitis viral, enfermedades hepáticas metabólicas y hepatitis autoinmune. Los pacientes con hepatitis B o C pueden tener hígado graso concomitante, por lo que se deben realizar pruebas de anticuerpos virales y carga viral para confirmarlo. Enfermedades metabólicas como hemocromatosis o enfermedad de Wilson requieren mediciones de ferritina y ceruloplasmina.

La hepatitis autoinmune suele presentar anomalías en anticuerpos antinucleares y niveles de inmunoglobulina G, mientras que el diagnóstico de hígado graso alcohólico requiere descartar otras causas y basarse en el consumo de alcohol y características histológicas. Si la ecografía muestra densidad hepática irregular o superficie desigual, se debe descartar la posibilidad de cáncer de hígado.

Importancia del diagnóstico precoz

Detectar el hígado graso en etapas tempranas puede prevenir su progresión a cirrosis o insuficiencia hepática. Estudios muestran que el control precoz del peso y la glucemia puede revertir la fibrosis hepática en hasta un 40%. La detección en grupos de alto riesgo se puede realizar mediante un cálculo simple: cintura ≥90 cm en hombres y ≥80 cm en mujeres, junto con triglicéridos elevados, sugiriendo la necesidad de estudios adicionales.

El seguimiento regular permite monitorear cambios en la enfermedad, como mediciones semestrales de ALT y porcentaje de grasa corporal. En casos con signos de hipertensión portal, se recomienda realizar una endoscopía digestiva alta para evaluar la presencia de várices esofágicas. La intervención temprana puede reducir la necesidad de trasplante hepático en el futuro, por lo que la oportunidad y precisión del diagnóstico influyen directamente en el pronóstico.

 

Preguntas frecuentes

¿Qué exámenes o tratamientos debo comenzar inmediatamente después de un diagnóstico de hígado graso?

El objetivo principal tras el diagnóstico es evaluar el grado de daño hepático, generalmente mediante análisis de sangre de función hepática, ecografía o FibroScan para evaluar la fibrosis. Si hay obesidad, diabetes o hipercolesterolemia, se deben controlar estos aspectos metabólicos. El médico puede recomendar seguimiento en 3-6 meses para monitorear cambios en la función hepática y las imágenes.

¿Es suficiente evitar completamente las grasas en la dieta para mejorar el hígado graso?

Eliminar solo las grasas no es suficiente; lo crucial es ajustar el tipo de grasa y la ingesta calórica total. Se recomienda reducir grasas trans y saturadas (como en alimentos fritos), aumentar grasas insaturadas (como en salmón y semillas de lino), y controlar azúcares refinados y carbohidratos. Además, la actividad física ayuda a reducir la acumulación de grasa en el hígado.

¿Existen medicamentos específicos para la enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD)?

Actualmente, no hay medicamentos aprobados específicos, pero la mayoría de los pacientes mejoran mediante cambios en el estilo de vida. Estudios de 2023 muestran que los agonistas de PPAR tienen potencial terapéutico en ensayos clínicos y podrían convertirse en nuevas opciones en el futuro. La terapia actual se centra en la pérdida de peso, control dietético y manejo del síndrome metabólico.

¿El paciente con hígado graso suele experimentar dolor o distensión en la parte superior derecha del abdomen, es esto normal?

El hígado graso leve generalmente no presenta síntomas. Si hay dolor intenso, puede indicar complicaciones como hepatitis o fibrosis avanzada. Ante molestias persistentes, se debe consultar inmediatamente, y descartar enfermedades de la vesícula o cirrosis. El seguimiento regular es más confiable que depender solo de los síntomas.

¿Las personas con peso normal necesitan realizarse exámenes periódicos para detectar hígado graso?

Sí. La esteatosis hepática no alcohólica puede ocurrir en personas no obesas, especialmente si tienen resistencia a la insulina o antecedentes familiares de enfermedad hepática. Se recomienda realizar ecografías cada 2 años en mayores de 40 años, con diabetes o triglicéridos elevados. El peso normal no implica ausencia de riesgo; la evaluación de la salud metabólica también es importante.

Fatty Liver Disease